Escucha


Por: María Eugenia Debiase, Lic. en Psicología

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¿Qué nos pasa que no podemos escucharnos? ¿Realmente estamos escuchando? ¿Qué nos sucede cuando escuchamos? ¿Podemos interpretar lo que escuchamos? Estas preguntas podrían conformar un sinfín de cuestionamientos acerca de la escucha.

En el tiempo que corre nos toca vivir una situación compleja e inesperada, nunca antes acontecida. El mundo, casi por completo, se ha detenido y paralizado al mismo tiempo; en el mismo instante en que cada uno de nosotros, tenía sus planes y proyectos.

De pronto nos encontramos resignificando las distintas situaciones y reasignando la escala de valores; es decir, lo que hasta el momento tenía un determinado valor para nosotros deja de tenerlo y, por el contrario, aquello que podía ser insignificante pasa a tener mucha importancia. Es así, que llegamos a extrañar las pequeñas cosas, que hoy me pregunto si al fin y al cabo no son las más importantes… el saludo, el abrazo, el compartir momentos con las personas que amamos, la reunión con amigos y familiares, entre otras.

Hoy nos inundan las actividades virtuales, video llamadas, tele conferencias, el trabajo home office, también la rutina y los quehaceres domésticos. Con todo esto llegan y nos abruman los conflictos familiares, dados por la permanente convivencia y en muchos casos hasta nuestros propios pensamientos.

En este torbellino de actividades y pensamientos, ¿te tomaste un instante para pensar? Mejor dicho, ¿quisiste hacerlo?

Tener la capacidad de pensarse a sí mismo, tiene que ver con silenciar todo murmullo externo y reflexionar sobre nuestros sentimientos, pensamientos y emociones.

Tiene que ver con pensar qué sucede en nuestro interior; con poder escuchar aquellos pensamientos que afloran y uno intenta con todas sus fuerzas que desaparezcan o simplemente se silencien.

Tiene que ver con escuchar aquellos silencios que muchas veces intentamos esquivar.

Quizás te preguntes, ¿por qué necesito escucharme? Por el simple hecho que necesitás priorizarte, conocerte y darle la oportunidad a Dios que haga algo en tu vida.

Reconocer las fortalezas y debilidades, hace que puedas prepararte y mejorar. Sino podes escucharte a vos mismo, ¿cómo vas a poder escuchar a otro?

Quizás también te preguntes “¿por qué necesito escuchar al otro?” Y lo primero que te quiero decir es que oír y escuchar son dos actitudes diferentes. Oír es percibir con el oído los sonidos; y escuchar es prestar atención a lo que se oye. Al cabo del día se oyen muchas cosas, pero realmente se escuchan muy pocas. ¿Escuchamos las cosas más relevantes? ¿O quizás las menos importantes? Son muy pocas las personas que “escuchan de verdad”, ya que para ello la escucha debe ser verdadera, sincera e interesada en el tema que nos concierne. Si no damos por desterrada toda simulación, todo apuro o desatención, nuestras relaciones interpersonales se van a ver afectadas.

Muchas veces no somos conscientes de la importancia que tiene el “saber escuchar” y sobre todo lo que nos beneficiaría potenciar esta habilidad. Sin embargo, nuestra necesidad de ser escuchados, el centrarnos en nuestra opinión, pasa por encima de nuestra capacidad de escuchar y nos volvemos egoístas sin ser conscientes de ello.

Escuchate, escuchame… aprendé a decir, aprendé a recepcionar. Esa noble y amable voz que nos une. Te comprende, te respeta y te completa; no sólo a vos mismo sino también al que tenés al lado. Es la palabra, esa flecha lanzada con el gesto que acompaña, produce el acercamiento o la distancia entre las personas.

¿Cuántas veces creemos que estamos escuchando lo que el otro tiene para decir, cuando en realidad no es así? No escuchar es ignorar la necesidad del otro. La escucha activa no es oír a la otra persona, sino es estar totalmente concentrado en el mensaje que el otro intenta comunicar. Implica no sólo oír lo que la otra persona está expresando directamente, sino introducirme en el mundo del otro. En la profundad de sus sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen en la persona y en lo que está intentando expresar. Generar empatía. La empatía tiene un rol fundamental ya que no sólo implica la capacidad de situarse en el lugar del otro, sino también escuchar sin juzgar.

Muchas veces, nos detenemos en las palabras que se utilizan, pero no logramos registrar más allá de nuestros intereses y percepciones. La escucha activa es una habilidad y por lo tanto hay que desarrollarla a conciencia.

Hoy te pregunto, ¿a quién tenés a tu lado? ¿Mamá, papá, hermanos, esposo o esposa, hijos? Acaso ¿no se merecen tu mejor escucha? El que tenés al lado y en especial en plena cuarentena, es tu familia, a quien entiendo que amás y elegís; y siempre merecen tu mejor escucha. Quizás seas su persona de confianza y con quién se siente cómodo para conversar o quizás no, pero seguramente seas un puente que Dios quiere usar para bendecirla.

De paso, te pregunto: en medio de tanto revuelo y tantas emociones encontradas, ¿te detuviste a escuchar lo que Dios tiene para decirte? Hoy quiero desafiarte a dar un paso más. Te invito a que pienses por un segundo, ¿cuánto tiempo dedicaste a escuchar la voz de Dios hablándote en intimidad?

¡Si aún no lo hiciste, quiero decirte que todavía estás a tiempo! Dios quiere hablarte; Él te está buscando y quiere mostrarte los tesoros ocultos que tiene preparados para tu vida. Recuerdo una frase que decía el pastor Eduardo Lorenzo: “Dios no quiere jugar a las escondidas, quiere jugar a las encontradas”. Él es el principal interesado en aquietar tu mente y tomar lo que está en tu interior, tus pensamientos más profundos, aquellos que hasta te generan temor con solo pensarlos, para hacer algo nuevo y hermoso.

En esta cuarentena, nos hemos encontrado con un factor adicional, que normalmente escasea y se denomina tiempo.

No lo desperdicies en cosas banales, “no hay nadie capaz de expresar cuánto aburren todas las cosas; nadie ve ni oye lo suficiente como para quedar satisfecho. Nada habrá que antes no haya habido; nada se hará que antes no se haya hecho. ¡Nada hay nuevo en este mundo!” (Eclesiastés 1: 8-9).

¡Aprovechá el tiempo, optimizá tus recursos y pedile a Dios que te dé la sabiduría para hacer un correcto uso del tiempo! “Pues el Señor es quien da la sabiduría; la ciencia y el conocimiento brotan de sus labios” (Proverbios 6:2). No dejes para más adelante aquello que es importante. No prorrogues una llamada a alguien que te está esperando, pedí perdón, camina hacia tus sueños… ¡Amá! Cuando dilatás decisiones te abocás a lo urgente, pero no a lo que es verdaderamente importante.

Por esto y por mucho más, podemos y debemos terminar esta cuarentena encontrando un verdadero significado y propósito de nuestra vida, para finalmente entender que el mundo se paralizó, pero ¡Dios no! ¡Él sigue pendiente de tu vida!

No pierdas la oportunidad de escucharte a vos mismo, de escuchar a quien está a tu lado, de empatizar con los que te rodean, y Dios, que te espera, quiere darte palabras de sabiduría, de paz y de amor. Él siempre tiene la última palabra. “Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores”. (Salmo 34:4)